Comunidad Bahá'í de Colombia

Shoghi Effendi - El Guardián de la Fe Bahá'í

(1897 – 1957)

“Todo lo que razonablemente podemos intentar es esforzarnos por lograr una vislumbre de los primeros rayos del Alba prometida que, en la plenitud del tiempo, habrá de ahuyentar las tinieblas que han rodeado a la humanidad”.

La Meta de un Nuevo Orden Mundial, p. 13

Durante 36 años – desde 1921 hasta su fallecimiento en 1957 – Shoghi Effendi se sumergió totalmente en el trabajo que asumió al ser nombrado Guardián de la Fe Bahá’í. Su mano conductora dirigió la evolución y crecimiento de la comunidad bahá’í en todo el mundo en una etapa crítica de su desenvolvimiento.

Shoghi Effendi, retratado en la época en la que fue nombrado Guardían, en 1921.
Shoghi Effendi, retratado en la época en la que fue nombrado Guardían, en 1921.

“La unificación de toda la humanidad es el distintivo de la etapa a la cual la sociedad se está ahora aproximando. La unidad de la familia, de la tribu, de la ciudad – estado y de la nación han sido intentadas sucesivamente y establecidas por completo. La unidad mundial es la meta hacia la cual se está esforzando una humanidad hostigada”.

El Desenvolvimiento de la Civilización Mundial, p. 67

Siendo pariente del Báb así como de Bahá’u’lláh, Shoghi Effendi nació en Akká cuando su Abuelo, ‘Abdu’l-Bahá, era todavía un prisionero. Desde sus primeros años, una fe incondicional y una devoción profunda por su Abuelo motivaba cada una de sus acciones. Deseaba dominar el inglés para poder servir como secretario y traductor de ‘Abdu’l-Bahá, así que en la primavera de 1920 partió para la Universidad de Oxford, donde desarrolló aun más su dominio impresionante de este idioma.

Cuando ‘Abdu’l-Bahá falleció en noviembre de 1921, Shoghi Effendi quedó anonadado. En un estado de profundo pesar, se enteró de que ‘Abdu’l-Bahá en Su Voluntad y Testamento le había nombrado Guardián de la Fe bahá’í.

A pesar de su angustia personal, Shoghi Effendi asumió vigorosamente sus inmensas responsabilidades. Se dedicó a la ejecución de las disposiciones de lo que él identificó como las tres “cartas” para la Fe bahá’í: la Tabla del Carmelo de Bahá’u’lláh, que establece el mandato para el desarrollo del Centro Mundial Bahá’í en Tierra Santa; La Voluntad y Testamento de ‘Abdu’l-Bahá, que bosqueja el marco para la evolución de la administración bahá’í; y las Tablas del Plan Divino de ‘Abdu’l-Bahá, que proporcionan los lineamientos para la expansión mundial de la comunidad bahá’í.

Con el fallecimiento de ‘Abdu’l-Bahá, la Fe bahá’í empezó una nueva etapa en su crecimiento. Había terminado su “era apostólica” o “era heroica”, y había comenzado su “edad formativa”. Su propia posición como Guardián suponía una función y estilo de liderazgo muy distinto del de ‘Abdu’l-Bahá.

En 1937, Shoghi Effendi se casó con Mary Maxwell, de Montreal, Canadá, quien llegó a ser conocida por los bahá’ís como Amatu’l-Bahá Rúhíyyih Khánum. Años más tarde, en un mensaje a la Asamblea Espiritual Nacional de los bahá’ís de Canadá, el Guardián se referiría a ella como “mi compañera auxiliadora, mi escudo… y mi colaboradora incansable en las arduas faenas con las que cargo“.

El desarrollo del orden administrativo de Bahá’u’lláh fue un centro de atención importante de Shoghi Effendi. A medida que fueran evolucionando las instituciones bahá’ís, se movilizarían los recursos humanos y materiales de la comunidad, y se proporcionarían los instrumentos necesarios para la implementación del Plan Divino. Primero, hacía falta una estructura de instituciones bahá’ís elegidas a nivel local y nacional para administrar los asuntos de una comunidad en crecimiento. Shoghi Effendi guió a estas instituciones embrionarias para que llevaran a cabo una amplia gama de actividades esenciales, como la promoción de las enseñanzas, la publicación de literatura y la organización de la vida comunitaria – todo esto mientras aprendían a usar la consulta para tomar decisiones, tal como lo había prescrito Bahá’u’lláh.

En 1937, 16 años después del fallecimiento de ‘Abdu’l-Bahá, la capacidad administrativa se había desarrollado suficientemente en algunos países, para que Shoghi Effendi pudiera comenzar la implementación de planes para difundir más las enseñanzas bahá’ís y establecer comunidades en todo el planeta, en cumplimiento de los objetivos trazados en las Tablas del Plan Divino.

“El propósito de Dios no es otro que el de inaugurar, por medios que sólo Él puede producir, y cuyo pleno significado sólo Él puede desentrañar, la Gran Edad Dorada de una humanidad durante tanto tiempo dividida y afligida. Su estado actual, y aún su futuro inmediato, es sombrío, dolorosamente sombrío. Sin embargo, su futuro lejano es resplandeciente, gloriosamente resplandeciente; tan resplandeciente que ningún ojo puede imaginarlo”.

El Día Prometido ha Llegado, p. 177

Para liderar y apoyar este trabajo, el Guardián empezó a nombrar como las “Manos de la Causa de Dios”, a un cuerpo de bahá’ís destacados en cada continente a quienes más tarde los designaría “Administradores Principales de la embrionaria Mancomunidad Mundial de Bahá’u’lláh”. La función de este cuerpo de creyentes de alto rango fue la de liderar las iniciativas en la promoción de las enseñanzas bahá’ís, fomentar el aprendizaje, apoyar y educar a las asambleas en sus deberes, y proveerles de ánimo y de liderazgo moral. En 1951, Shoghi Effendi nombró a los miembros de un Consejo Internacional Bahá’í, que describió como el precursor de la Casa Universal de Justicia. Por otra parte, en 1954, se formó una red mundial de miembros del Cuerpo Auxiliar para ayudar a las Manos de la Causa.

Para alcanzar los objetivos del Plan Divino de ‘Abdu’l-Bahá –establecer la Fe bahá’í en todos los países– el Guardián inicialmente alentó y ayudó a lo que entonces era un grupo relativamente pequeño de bahá’ís dispuesto a dispersarse por todo el planeta. Unos pocos se levantaron inmediatamente. De destacar entre ellos estaba una periodista norteamericana, Martha Root, que circundó el mundo por lo menos cuatro veces y compartió el mensaje bahá’í con innumerables almas, entre ellas la Reina María de Rumanía – la primera miembro de la realeza que aceptó las enseñanzas. Shoghi Effendi mantuvo correspondencia regular con Martha Root y con muchos otros individuos intrépidos que abandonaron sus hogares para salir a difundir la Fe.

Conforme aumentaba el número de bahá’ís, al igual que su capacidad para actuar, Shoghi Effendi se dedicó sistemáticamente a la implementación del plan de ‘Abdu’l-Bahá (tal como está expuesto en las Tablas del Plan Divino), dando una serie de planes específicos a algunas comunidades bahá’ís nacionales para que llevaran la Fe a los lugares más distantes. En 1953, los bahá’ís pudieron emprender lo que él describiera como una “Cruzada Espiritual, cargada destino, provocadora entusiasmo, decenio duración, alcance mundial”. Por medio de esta campaña, los bahá’ís de todo el mundo lograron resultados asombrosos. Cuando falleció ‘Abdu’l-Bahá, unos 35 países ya se habían abierto a la Fe y unos pocos poseían una organización rudimentaria a nivel nacional. En el momento del fallecimiento de Shoghi Effendi en 1957, había bahá’ís viviendo en 219 nuevos estados soberanos, dependencias e islas importantes. En 1963, existían 56 consejos administrativos elegidos a nivel nacional –conocidos como asambleas espirituales nacionales – así como más de 4.500 asambleas espirituales locales, y más de 15.000 localidades donde vivían bahá’ís.

Durante su ministerio, Shoghi Effendi comenzó la construcción en Tierra Santa del corazón y centro neurálgico de una Fe mundial, venciendo obstáculos materiales aparentemente insuperables.

Una de las múltiples tareas que aceptó en este sentido, que era especialmente pesada, fue la protección del Santuario de Bahá’u’lláh y los edificios y terrenos contiguos. La obtención de toda la propiedad y el embellecimiento de sus alrededores fue una tarea que le ocupó hasta el final de su vida.

En Haifa, supervisó la construcción de la superestructura para el Santuario del Báb en Monte Carmelo, que con su cúpula dorada llegó a ser conocido como la “Reina de Carmelo”. Por otra parte, trazó los jardines majestuosos alrededor de ambos Santuarios y adquirió, restauró y embelleció muchos otros sitios asociados con la historia bahá’í, incluyendo los alrededores de los lugares de descanso de la hermana, el hermano, la madre y la esposa de ‘Abdu’l-Bahá.

Para establecer las instalaciones de un centro administrativo mundial de la Fe en el Monte Carmelo, Shoghi Effendi trazó un “arco” en la montaña, alrededor del cual serían construidos los edificios donde serían ubicadas las instituciones internacionales de la Fe bahá’í. El primero de estos, el Edificio de los Archivos Internacionales, fue terminado poco antes de su fallecimiento.

A lo largo de su ministerio, Shoghi Effendi guió a la comunidad bahá’í a través de numerosos desafíos: los bahá’ís alemanes fueron perseguidos bajo el mandato de los nazis; algunos bahá’ís fueron arrestados e interrogados en Turquía; la muy desarrollada comunidad de Ashkabad, luego de la persecución por parte de las autoridades soviéticas durante los años 1920 y 1930, fue obligada a dispersarse; hubo un rebrote de oposición en Irán; se apoderaron de la casa de Bahá’u’lláh en Bagdad y no fue posible recuperarla.

Con la calma y percepción que le caracterizaban, Shoghi Effendi veía el potencial para el triunfo en cada crisis aparente que enfrentaban los bahá`ís. Por ejemplo, en Egipto los tribunales emitieron una serie de decisiones que, si bien a simple visita aparentaban ser adversas, fueron aclamadas por Shoghi Effendi como el reconocimiento de la naturaleza independiente de la Fe bahá’í. Al mismo tiempo que ayudaba a la comunidad a tomar acción en los tribunales nacionales y en el escenario internacional para defender sus derechos humanos básicos, también les enseñaba a ver tanto las dificultades como las oportunidades para llevar a cabo el trabajo de la Fe.

A pesar de llevar una enorme carga de deberes y responsabilidades, el Guardián dedicó cualquier tiempo que pudiera disponer para saludar a los peregrinos que visitaban Tierra Santa, tanto de Oriente como de Occidente. Se reunía con ellos, les alentaba y les aconsejaba, y compartía noticias sobre el progreso de la comunidad en todo el mundo.

En noviembre de 1957, mientras visitaba Londres con el propósito de comprar muebles y ornamentos para los edificios y jardines del Centro Mundial Bahá’í, Shoghi Effendi falleció a la edad de 60 años. Los bahá’ís del mundo se sumieron en un estado de profundo pesar. Su lugar de descanso final está en el Cementerio New Southgate en el norte de Londres. Hoy, es un lugar de oración y reflexión para los visitantes de todas partes de mundo.

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