Adoración y servicio
“No hay nada más dulce en el mundo de la existencia que la oración…La condición más bendita es la condición de oración y de súplica”.
Bahá’u’lláh
La oración es la conversación espiritual esencial del alma con su Creador, directa y sin intermediarios.
Es el alimento espiritual que sustenta la vida del espíritu. Los poderes latentes en la oración se manifiestan cuando ésta es motivada por el amor a Dios, más allá de temores o favores, y libre de ostentaciones y supersticiones. Ha de ofrecerse con un corazón sincero y puro que propicie la contemplación y la meditación, de modo que sus efectos puedan iluminar la facultad racional.
Una oración así trascenderá las limitaciones de las palabras e irá mucho más allá de los meros sonidos. La dulzura de su melodía debe alegrar y elevar el corazón, inspirando al servicio desinteresado a la humanidad.
Aunque esencial para la vida interior del ser humano y fundamental para el desarrollo espiritual, no obstante, la oración debe también dar lugar a hechos que manifiesten externamente esa transformación interior. “Por más exaltada que sea en su concepción, por más apasionada que sea en su fervor”, dicen los Escritos bahá’ís refiriéndose a la oración, “no puede proporcionar satisfacción y beneficios duraderos para el propio adorador, y mucho menos para la humanidad en general, a menos que se traduzca y transfunda en ese servicio dinámico y desinteresado a la causa de la humanidad…”
De igual manera las Enseñanzas bahá’ís, consideran que: “todo esfuerzo y dedicación realizados por una persona con todo su corazón, es adoración, si están inspirados en motivos elevados y el deseo de servir a la humanidad”.
La Casa de Adoración promulga este concepto de adoración, inseparable del servicio.
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